Autismo, diabetes…. De «superpoderes» a enfermedades

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Patologías como el autismo o el trastorno bipolar fueron ventajas evolutivas durante la Prehistoria.

Si contásemos con una máquina del tiempo para viajar a la Prehistoria y mantener una amena charla con nuestros antepasados, seguro que se llevarían las manos a la cabeza al descubrir que, en el siglo XXI, la diabetes, el autismo o el trastorno bipolar se consideran enfermedades que hay que curar. Después de todo, para ellos tener el azúcar alto o los genes del autismo inmersos en su genoma era casi una bendición, un garante para subsistir.

La medicina evolutiva reconoce patologías que tienen su origen en mecanismos biológicos que, miles de años atrás, aumentaban la supervivencia. Pero que, como la biología no cambia al trepidante ritmo en que los humanos modificamos nuestro entorno, ya no ofrecen ventajas para convertirse en amenazas para la salud mundial.

OBESIDAD

Lucir michelines y lorzas en la Edad de Piedra estaba bien visto. No por una superficial tendencia estética, sino como indicador de buena salud. Por entonces, las reservas de grasa corporal garantizaban que, en épocas de hambruna, sequía o frío extremo, se disponía energía extra acumulada para sobrevivir sin llevarse nada a la boca. Por el contrario, los enjutos y delgaditos eran los primeros en caer si el alimento escaseaba. Acumular colesterol se consideraba positivo. «Es una buena fuente de energía, bien metabolizada por el corazón. Y en el contexto de los primeros estadios de la evolución humana, se metabolizaba para obtener calorías antes de que llegara a convertirse en un problema para las arterias», nos aclara Benjamin Campbell.

Esto es lo que sostiene la Teoría del gen ahorrador, que apunta a que genes como el CRTC3, descubierto por investigadores del Instituto Salk de Estudios Biológicos (EE UU) y capaces de ralentizar la quema de grasas, eran ventajosos hace decenas de miles de años, y que por eso se quedaron entre nosotros. Los mismos genes que hoy estarían contribuyendo a la epidemia de obesidad. No obstante, algunos científicos discrepan de esta teoría, entre ellos John Speakman y sus colegas de la Universidad de Aberdeen (Reino Unido), que hace poco demostraron que solo nueve del total de los 115 genes que se asocian a la obesidad parecen haber sido favorablemente seleccionados.

AUTISMO

Solos, explorando territorios ignotos sin señales ni caminos marcados y sin cruzar palabra con nadie en meses. Así vivían los cazadores-recolectores del Paleolítico. Es fácil entender que, en esas circunstancias, el ensimismamiento patológico y la tendencia a la vida solitaria de los autistas resultaran tremendamente útiles. Y no sólo porque los genes del autismo hacían aquella soledad mucho más llevadera. Además, este trastorno implica cambios en el cerebro que aumentan las habilidades espaciales, la concentración y la memoria. Y eso era más lucrativo que cualquier destreza social a la hora de encontrar comida, según los defensores de la Teoría de la Ventaja Autista.

Por si fuera poco, estudios neurocientíficos recientes revelan que, si bien los autistas no interpretan correctamente las expresiones faciales, su parte posterior de la sesera, encargada de procesar la información visual, está altamente desarrollada. Es decir, que encontrarían antes que nadie una aguja en un pajar. Otro plus para destacar en la caza.

DIABETES

Hace miles de años, uno podía vanagloriarse de ser diabético y de acumular azúcar a raudales en sus venas. Lejos de suponer un problema, la sangre dulce evitaba una muerte por congelación, ya que la glucosa en grandes cantidades impide que las células y tejidos formen cristales de hielo. Es más, Sharon Moalem, experto en Medicina Evolutiva de la Escuela de Medicina Mount Sinai de Nueva York (EEUU), asegura que esta enfermedad surgió entre los noreuropeos para adaptarse al gélido período glaciar de hace 12.000 años.

Claro que no hay que olvidar que nuestros antepasados no vivían más de 25 años, por lo que apenas les daba tiempo a notar las complicaciones que supone tener el azúcar por las nubes -ceguera, neuropatía, enfermedad renal…-. La diabetes en esta época de confort en la que la esperanza de vida es mucho más alta no aporta ninguna ventaja. Al contrario, se ha convertido en una preocupante patología que requiere inyecciones de insulina de por vida.

HIPERACTIVIDAD

El Trastorno Hiperactividad con Déficit de Atención (TDAH) «no es una falta de capacidad de concentración, sino la tendencia a concentrar mucho su atención y hacerlo en varios focos simultáneamente», explica a PAPEL el antropólogo evolutivo Benjamin Campbell, de la Universidad Wisconsin-Madison (Estados Unidos). De ahí que lo que hoy entendemos como hiperactividad pudiese constituir una ventaja para nuestros antepasados. «Mi experiencia con rastreadores en África sugiere que a los cazadores les beneficia la hiperconcentración», argumenta Campbell, que ha estudiado los genes de los nómadas originarios de Kenia asociados al TDAH, y ha comprobado que les proporcionan mejor salud.

TRASTORNO BIPOLAR

Que el estado de ánimo de algunas personas fluctúe con los cambios de estación, pasando del más feroz entusiasmo a una profunda tristeza, podría tener una sencilla explicación: con el frío, su cerebro hiberna. Es lo que sugieren algunos psiquiatras evolutivos, que apuntan a que se trata de una adaptación prehistórica del reloj biológico que ayudó a ciertos grupos humanos a amoldarse al frío. Y que se rige por ciclos y mecanismos parecidos a los de la hibernación. Y eso explicaría por qué es más frecuente en las mujeres jóvenes, que con esta pauta genética se reproducirían en verano y primavera (fase de euforia o subidón), y cuidarían de sus retoños en invierno (fase depresiva o bajón). Indagaciones recientes señalan que podrían haber sido los neandertales los que nos legaron estos fragmentos de ADN, junto con los que predisponen a la depresión o la adicción a la nicotina.

http://www.elmundo.es/papel/historias/2016/12/08/58415d5522601d2d588b46b1.html

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