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Un 37,4% de la población sufre una enfermedad hipertensiva no diagnosticada
Fuente: El Mundo. Europa Press

La Fundación Española del Corazón, perteneciente a la Sociedad Española de Cardiología (SEC), alerta de que las enfermedades hipertensivas han doblado el número de fallecimientos que provocan en España en la última década, pasando de 6.661 en 2005 a 12.674 en 2015.

Así se desprende de un análisis de los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) realizado por los cardiólogos con motivo del Día Europeo de la Prevención del Riesgo Cardiovascular, que se celebra este martes 14 de marzo.

«Recordemos además que la hipertensión es factor de riesgo de otras enfermedades cardiovasculares como el infarto y el ictus, por lo que seguramente es causante de muchas más defunciones», ha alertado el presidente de la FEC, Carlos Macaya, recordando la elevada prevalencia de esta enfermedad, que afecta a un 42,6% de la población, y también su infradiagnóstico, ya que un 37,4% está sin diagnosticar.

Esta patología supone una mayor resistencia para el corazón a la hora de ejercer presión sobre las arterias para que éstas conduzcan la sangre a los órganos del cuerpo. Por tanto, el corazón aumenta su masa muscular (hipertrofia ventricular izquierda) para hacer frente a ese sobreesfuerzo, lo que puede desembocar en insuficiencia coronaria y angina de pecho.

Además, el músculo cardiaco se vuelve más irritable y se producen más arritmias, y también propicia la arterioesclerosis (acúmulos de colesterol en las arterias) y fenómenos de trombosis (pueden producir infarto de miocardio o infarto cerebral), de ahí la necesidad de mantener los niveles bien controlados, con un máximo de presión arterial sistólica entre 120-129 milímetros de mercurio (mmHg) y la diastólica entre 80 y 84 mmHg.

Para combatir la elevada prevalencia y reducir las muertes, Macaya ha reconocido que la reducción de la sal añadida en los alimentos debe ser una prioridad y, más allá de las medidas que adopten las autoridades, defiende que «retirar el salero de nuestra mesa es una medida que podemos, y debemos, realizar cada uno de nosotros en nuestro día a día».

Asimismo, ve fundamental la adherencia al tratamiento de los pacientes que tienen la hipertensión arterial establecida y necesitan terapia adecuada para ello.

El infarto y el ictus bajan, pero aún son las más mortales

Por otro lado, el análisis a diez años de los últimos datos de mortalidad en España muestran que las enfermedades isquémicas (infarto, angina de pecho, etcétera) y las cerebrovasculares (ictus) fueron las más mortales en 2015 pero en los últimos diez años se ha logrado una importante reducción en los fallecimientos por estas causas.

Así, en 2015 ha fallecido un 32% menos de personas por infarto y un 18% por accidente cerebrovascular en relación a la última década. «Esto no quiere decir que haya menos personas enfermas, sino que desde 2005 ha habido muchas mejoras en el tratamiento y organización de la atención hospitalaria de estas enfermedades», ha explicado Macaya.

En cambio, la insuficiencia cardiaca sigue provocando prácticamente los mismos fallecimientos que en 2005 y además es la primera causa de ingreso hospitalario en España. Además, ha recordado el presidente de la FEC, existe una «importante inequidad» en el tratamiento de esta enfermedad entre comunidades autónomas, lo que explica que la variabilidad de mortalidad intrahospitalaria entre comunidades llegue a ser del 80%.

A nivel general, las enfermedades cardiovasculares mantienen su tendencia la baja de los últimos años y las comunidades que tienen la tasa de mortalidad más alta son Andalucía (32,67%), Asturias (32,38%) y Aragón (31,61). En cambio, la menor proporción de muertes de este tipo se dan en Madrid (25,86%) Navarra (26,37%) y País Vasco (26,92%).

Para disminuir la incidencia y enfermedad de la enfermedad cardiovascular, resulta imprescindible controlar sus factores de riesgo (diabetes, hipertensión, sedentarismo, tabaquismo, sobrepeso, obesidad y abuso del alcohol entre otros) pues tener uno aumenta muy significativamente las posibilidades de sufrir una enfermedad cardiovascular, pero tener más de un factor de riesgo multiplica exponencialmente estas probabilidades.

 

 

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