La Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha puesto una nueva meta: parar la transmisión de la polio en 2016. De acuerdo al nuevo calendario, sujeto a que Pakistán y Afganistán (desde 2015, los únicos dos países donde la enfermedad es endémica) consigan detener el contagio del virus este año, en 2019 el mundo se habrá librado de la enfermedad tras un maratoniano esfuerzo de más de tres décadas.
Pero del tapiz escapan hilos que podrían poner en riesgo el objetivo. Nigeria, el último país en dar una alegría a las agencias y organizaciones involucradas en la Iniciativa Global para la Erradicación de la Polio (GPEI, en inglés), es el mejor ejemplo. Tras más de un año sin registrar un caso de parálisis causada por la cepa salvaje del virus, el 24 de septiembre el país africano fue excluido de la lista negra a la que la OMS relega losreservorios del planeta, convirtiendo a África en el último continente libre de polio. Virtualmente.
Solo en 2015 se detectaron en países africanos 15 casos. Uno, en la misma Nigeria. ¿Cuál es la diferencia? Son casos derivados de la vacuna y no del contagio en la naturaleza. Lo mismo ha ocurrido en Madagascar (10) y Guinea (4). La OMS, líder de la GPEI, no considera estos casos como «brotes». La consecuencia es que no se hace saltar la alerta sanitaria pública que, según Chris Maher, responsable de la estrategia de erradicación de la agencia de la ONU, contribuyó a la rápida respuesta en Oriente Medio tras la detección de 38 casos en Siria e Irak en 2013 y 2014.
«Es una horrible distinción académica», protesta la doctora Annie Sparrow, pediatra especializada en enfermedades infecciosas, «estos también son brotes, no es el virus salvaje pero aún deja niños lisiados, aún se puede contagiar».
El mismo Consejo Independiente de Supervisión (IMB, en inglés), organismo encargado de evaluar el trabajo de las agencias involucradas en la campaña, ha llamado la atención sobre el asunto. «El sueño de una África sin polio está aún por realizarseporque la red de seguridad de alta inmunidad infantil (…) es todavía irregular e insatisfactoria», señala su último informe, de octubre de 2015.
Es una cuestión de matemáticas: un virus se extingue si, aun existiendo en la naturaleza o en cultivos humanos (como las vacunas), hay tanta gente vacunada que se imposibilita el contagio. Y en esas cuentas es donde entra el factor humano, político o social.
La violencia y la situación de cuasi asedio impuesta por Boko Haram en el estado nigeriano de Borno ha provocado que el 60% de las comunidades allí estén fuera del alcance de los vacunadores, esto es, un cuarto de millón de niños en una región donde más de la mitad de las familias (52%) aún se niega a vacunar a sus hijos, frente a un 30% en toda Nigeria, según la IMB. Y, como apunta Sparrow, la cepa derivada de la vacuna se transmite igual.
Para más inri, el virus sigue pululando por las aguas residuales del país, lo que ha llevado al organismo evaluador a advertir sobre la posible reemergencia de la enfermedad, especialmente tras intuir que «la implicación diaria de autoridades locales clave fluctúa y hay dudas sobre el nivel de financiación gubernamental destinada al programa (contra la polio)».
Factor nacional
«Sin una adecuada vigilancia es ingenuo pensar que podamos decir siquiera que África lleva un año libre de polio, porque (el virus) es un superviviente realmente bueno», apunta Sparrow. Precisamente, fue la presencia del virus en el medio ambiente lo que provocó en 2013 el brote en Siria que más tarde se extendió a Irak.
La investigación reveló que la cepa pakistaní de la que enfermaron 36 niños en Alepo, Deir Ezzor, Idlib, Hasaka y Hama, viajó desde Egipto a Israel y, de allí, a Siria. Solo en la provincia de Deir Ezzor, reducto antigubernamental antes, durante y después de las revueltas de 2011 que degeneraron en guerra civil, 25 niños quedaron paralizados.
«El Gobierno (sirio) no estaba vacunando a la gente», incide Sparrow. Paró, al menos y oficialmente, en 2012, so pretexto de no poder acceder a la región, como aclaró la misma OMS. Aquella campaña extraordinaria de vacunación sí llegó, en cambio, a otras zonas controladas por los rebeldes como Alepo y Homs, donde existían aún reductos fieles a Assad.
«En Siria lo que haces es contener», esgrime Jeffrey Bates, jefe de comunicación estratégica de UNICEF en Erbil y uno de los responsables del dispositivo antipolio en Oriente Medio, «se inmuniza a todos los niños que se pueda alcanzar en torno a las áreas controladas por la oposición armada, donde puede que no se tenga acceso, y de esa forma el virus queda aislado a pequeñas zonas».
La contención falló y la enfermedad cruzó a Bagdad, posiblemente acompañando al flujo de refugiados que ha movilizado a más de nueve millones de personas en los últimos cinco años de guerra, según ACNUR.
Para Sparrow, que ha trabajado codo con codo con la oposición siria en Turquía, la necesaria coordinación de las agencias internacionales con el régimen ha sido, cuando menos, «un problema». «UNICEF y la OMS apoyan al Gobierno sirio (como toda agencia de la ONU, deben ser invitadas a actuar por el Ejecutivo de turno), que sigue diciendo que está vacunando a niños, pero es que (el régimen) puede decir lo que quiera», alega.
Los mismos documentos que maneja la GPEI denotan una creciente desconfianza en los números de Damasco desde 2011 y señalan un descenso en la cobertura del 90% en 2011 al 81% en 2014, insuficiente para lograr el mínimo de inmunidad que exige el programa de erradicación.
En el otro extremo se sitúan entidades fuera del conglomerado público-privado de la GPEI como la ACU (Unidades de Coordinación de Asistencia, en inglés, el brazo humanitario de la oposición siria), que en 2014 recibió más de seis euros millones de la Fundación Bill y Melinda Gates para cubrir los huecos que la campaña oficial había dejado en Siria.
El resultado ha sido hasta ocho rondas de vacunación puerta por puerta, 1,2 millones de niños inmunizados y una operación transfronteriza diseñada para acceder desde Siria a territorio iraquí tomado por el Estado Islámico.
Casos invisibles
«El mayor problema», añade la doctora Sparrow, «es que (…) se puede decir que no hay polio en Siria o Irak, pero solo porque no hay ninguna prueba avalada por un laboratorio». «Eso no quiere decir que no haya polio», insiste, «quiere decir que no hay laboratorios que lo prueben».
Para que un caso de polio se contabilice como positivo en las estadísticas oficiales, es necesario recoger una muestra de un paciente sospechoso, enviarla a un centro de la red aprobada por la OMS y procesarla en menos de 48 horas. Así se descartan falsos positivos cuyos síntomas encajan con la polio (casos comparables o compatibles), pero en los que la parálisis podría deberse a otras causas.
La falta de infraestructura es, también, uno de los principales obstáculos para el Gobierno Regional del Kurdistán iraquí, que se ha enfrentado por primera vez desde la proclamación de su autonomía a la posible epidemia de una enfermedad que se pensaba erradicada en el país en 2000.
«No tenemos laboratorios (para realizar las pruebas)», comenta el doctor Jalis Qanem, portavoz del Ministerio de Salud kurdo y encargado de la campaña contra la polio, «tenemos que enviar las muestras a Bagdad y hubo un período en que tuvimos verdaderos problemas porque hasta las carreteras estaban bloqueadas y no podíamos enviarlas».
«El riesgo es que la gente que llega de [Bagdad o Siria, donde se registraron los últimos casos] no están vacunados o solo habían recibido una dosis, lo que no es suficiente para inmunizarlos», prosigue el jefe de la estrategia de la región kurda, que acoge a casi un millón de desplazados internos y refugiados sirios.
El temor se extiende ahora a otros escenarios donde la seguridad y servicios sanitarios están comprometidos, como Yemen o Libia. Es lo que ocurrió en Ucrania, pese a que los dos casos de los que se ha tenido conocimiento se registraron en una región alejada de los enfrentamientos. La IMB pone el acento, en cambio, en la actuación gubernamental y los fallos en el seguimiento (solo el 14% de los menores de un año en Ucrania habían recibido todas las dosis de la vacuna) ante el miedo a un brote. Son, precisamente, factores como esos los que que parecen escapar a la estrategia de erradicación que ha funcionado hasta ahora.
Este proyecto ha sido financiado por el Centro Europeo de Periodismo a través de su programa de ayudas a la Innovación en Periodismo al Desarrollo, financiado por la Fundación Bill & Melinda Gates.
- LAURA J. VARO