Límites a la presencia de plomo y arsénico en los alimentos

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El 1 de enero de 2016, la Comisión Europea rebajó los niveles permitidos de arsénico en los alimentos para tratar de adecuarlos mejor a las evidencias científicas que se acumulan desde hace años relacionadas con el consumo de este tóxico a través de los alimentos. Los niños son, como recoge también esta semana un estudio en la revista JAMA, los más vulnerables a esta cuestión.

Desde los años 90 se sabe que algunos alimentos pueden estar contaminados de manera natural por el arsénico presente en la corteza terrestre. Como explica a EL MUNDO el catedrático de la Universidad Miguel Hernández de Alicante Ángel Carbonell, el arsénico orgánico (presente por ejemplo en el pescado) no supone ningún problema para la salud, porque se expulsa del organismo a través de la orina.

El problema radica en el arsénico inorgánico, presente en altas cantidades en el arroz, por ejemplo, y que es capaz de atravesar el intestino y llegar hasta el torrente sanguíneo. Según la Organización Mundial de la Salud, el arsénico es un compuesto perteneciente al grupo 1 de sustancias cancerígenas para el ser humano, porque su consumo prolongado se ha relacionado con la aparición de distintos tipos de tumores.

Aunque para la mayoría de adultos un consumo moderado de arroz («una paella a la semana», bromea Gabilondo) no supone ningún problema de salud, en el caso de los niños y algunas personas celiacas, el arroz tiene un importante peso en su dieta porque «consumen un porcentaje muy alto en relación con su peso corporal».

De hecho, las recomendaciones internacionales hablan de un límite de 200 microgramos de arsénico por kilo de arroz blanco para adultos, pero sólo la mitad (100 microgramos) en el arroz que está destinado a la alimentación infantil.

Y es que como acaban de demostrar científicos de la Universidad de Dartmouth (EEUU), los niños que consumen más arroz (o productos que contengan este alimento, como snacks y tortitas) tienen mayores concentraciones de arsénico en la orina. Concretamente el doble de los pequeños que no consumían este alimento.

Como explica Carbonell, el arsénico se acumula sobre todo en el germen y en el salvado del arroz, motivo por el que los arroces integrales son los más tóxicos. Para alimentos infantiles, explica, se emplea arroz blanco, «lo más pulido posible», aunque a cambio pierda algunas propiedades del grano entero, como la fibra.

Este especialista lleva desde el año 90 trabajando en este terreno y alertando de los riesgos de la ingesta de arsénico. Y aunque considera que los niveles establecidos por la Comisión Europea siguen siendo demasiado altos, admite que «los estudios que venimos realizando demuestran que la industria está haciendo un esfuerzo y los niveles de arsénico inorgánico se han reducido considerablemente en las últimas décadas».

A su juicio, sin embargo, habría que limitar también los niveles de arsénico en el arroz destinado a ciertos colectivos, como es el caso de las personas con celiaquía, que consumen muchos productos a base de este alimento en sustitución del gluten del trigo. «También para estos productos habría que reducir los niveles a 100 microgramos, como en el caso de los alimentos infantiles».

En el trabajo estadounidense, se evaluó la dieta de 759 niños nacidos entre 2001 y 2014. El 80% de ellos empezó a consumir arroz en su dieta el primer año de vida (y el 32% comía ‘snacks’ a base de este cereal etiquetados como alimentos infantiles). Aquellos que sí lo comían, tenían en la orina concentraciones de arsénico de 9,53 microgramos por litro, frente a los 4,97 microgramos en el caso de los niños que comían snacks de arroz y 2,58 de los que aún no comían este cereal.

Los autores, dirigidos por Margaret Karagas, recomiendan que se refuercen los esfuerzos para limitar la ingesta de arroz en esta etapa clave del desarrollo infantil («no sólo están más expuestos en su dieta sino que los niños parecen ser más vulnerables al efecto carcinógeno del arsénico y tienen mayores riesgos de salud derivados de su consumo«). De hecho, denuncian, algunos de los productos infantiles analizados contenían niveles de arsénico superiores al límite de 100 microgramos que la UE considera seguro para niños.

Para José Manuel Moreno Villares, coordinador del Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría (AEP), este asunto debería ser regulado por las autoridades y fabricantes de alimentos, «sobre todo habría que regularlo en las poblaciones más vulnerables como son los niños o las personas celiacas». «Es verdad que la EFSA [Agencia Europea de Seguridad Alimentaria] hizo una alerta hace un tiempo advirtiendo de la cantidad elevada de arsénico en los alimentos a base de arroz pero pediatras y padres estamos a la espera de que la EFSA y la AECOSAN [la homóloga española] implementen más medidas en ese sentido porque ¿cómo van a comprobar las autoridades el nivel de arsénico en alimentos como papillas a base de arroz o los destinados a la población celiaca?».

Por último, Moreno Villares quiere señalar que estos niveles de arsénico no van a generar problemas de salud de forma inmediata en los niños sino que «se va acumulando los niveles de sustancias tóxicas en su cuerpo y hay que intentar que su presencia sea la menor posible».

Fuente: El Mundo

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