El dinero recaudado con su venta ha impulsado un proyecto de investigación del CNIO sobre el neuroblastoma
‘La supervivencia de los enfermos de cáncer se ha duplicado desde los 70’
Nacieron para homenajear a los niños con cáncer, para ayudar a normalizar su imagen, pero los baby pelones, los muñecos creados por la Fundación Juegaterapia, han conseguido mucho más: dar un impulso al avance de la ciencia.
Las ventas del popular juguete han permitido poner en marcha un nuevo proyecto de investigación en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) sobre neuroblastoma, uno de los tipos de cáncer más letales en la infancia.
Una beca de 100.000 euros ha hecho posible la contratación durante dos años de la investigadora Irene Felipe, que ya trabaja en un proyecto «para la identificación de nuevas dianas para el tratamiento de la enfermedad». La iniciativa, en la que también colaboran Lucas Moreno, jefe de la Unidad de Ensayos Clínicos pediátricos del CNIO y del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús de Madrid; y Paco Real, responsable del Grupo de Carcinogénesis Epitelial del CNIO, pretende conseguir nuevas armas para este tipo de cáncer que no responde a las terapias existentes en más de la mitad de los casos.
Un gen clave para el neuroblastoma
El proyecto gira en torno al gen MYCN, cuya acción en el desarrollo del neuroblastoma es bien conocida desde hace décadas sin que, hasta el momento, se haya podido descubrir una forma de hacerle frente. MYCN está amplificado en aproximadamente el 25% de los niños con neuroblastoma y su presencia se asocia con un peor pronóstico. De hecho, «este es uno de los principales marcadores de pronóstico clínico que se utilizan, pero lamentablemente aún no se ha podido averiguar cómo detener su acción», explica Lucas Moreno.
Para su investigación, Irene Felipe parte del trabajo previo del equipo de Real que, recientemente, descubrió un proceso clave en la actividad de un oncogen de la misma familia que MYCM (c-MYC) en cáncer de adultos, lo que ha abierto una gran puerta a la investigación.
En concreto, este grupo ha podido demostrar en modelos de ratón que, para llevar a cabo su acción biológica, c-MYC se vale de la proteína BPTF, sin la cual su capacidad para hacer proliferar células cancerosas se ve mermada e, incluso, suspendida.
Con estos datos en la mano, Felipe quiere comprobar «cuál es la implicación de BPTF en el neuroblastoma y averiguar si interferir sobre esta molécula puede tener algún potencial terapéutico». El objetivo último, explica, es encontrar un tratamiento que impida la interacción entre MYCM y BPTF y, por tanto, sea capaz de frenar la progresión del cáncer. Sin embargo, la investigación aún está dando sus primeros pasos.
«Lo primero que estamos intentando demostrar es que en el caso del neuroblastoma se da la misma interacción que se ha observado en cáncer de adultos», indica Felipe.
La idea de unir en un mismo grupo de trabajo a investigadores y especialistas clínicos no sólo pretende abordar el problema del neuroblastoma desde una perspectiva amplia, sino que también intentará agilizar en la medida de lo posible el traspaso de los conocimientos del laboratorio al hospital. En ese sentido, hay que tener en cuenta que la unidad de Lucas Moreno en el Hospital Niño Jesús está acreditada por el consorcio europeo ITCC como uno de los centros europeos en los que pueden llevarse a cabo ensayos clínicos en fase I en el campo de la Oncología infantil.
Por otro lado, los resultados obtenidos a través de esta línea de investigación también podrían ser útiles para avanzar en el tratamiento de otros tipos de cáncer. «MYC es una proteína que cumple un papel central en oncogénesis. Muchos oncogenes convergen finalmente en la activación de MYC, que es como la vía final efectora común. Si bloqueas MYC puede ser de interés para inactivar la actividad de oncogenes que son muy diversos y que participan en la aparición de muchos tumores», apunta Real.
Pero lograrlo es complicado, coinciden en señalar los tres especialistas, porque MYC también cumple una función fundamental en la regulación de la expresión génica. Interviene en un gran número de funciones celulares y, en definitiva, resulta fundamental para la actividad de la célula, por lo que su acción no puede bloquearse sin más.
«La investigación es la clave. Hemos llegado hasta aquí gracias a mucha investigación y todo lo que nos queda sólo lo podemos conseguir investigando, trabajando juntos y juntando el laboratorio con la clínica», subraya Moreno que, al igual que sus compañeros, reclama una mayor financiación y apuesta por la ciencia.
Medio millón de muñecos vendidos
La Fundación Juegaterapia decidió firmar un acuerdo de colaboración con el CNIO tras el éxito de ventas cosechado por los baby pelones que, según la consultora de estudios de mercado NPD, fueron el juguete más vendido en España en 2016 y enero de 2017 en categoría de muñecos. Desde su lanzamiento en 2014, se han vendido aproximadamente 500.000 ejemplares del muñeco, señalan fuentes de la fundación. Su precio es de 11,95 euros.
Es la primera vez que este organismo, que ya trabaja desde hace ocho años en mejorar la calidad de vida de niños con cáncer a través del juego y la creación de jardines, abre una línea de investigación para avanzar en la lucha contra el cáncer infantil.
La iniciativa se enmarca dentro del proyecto Amigos del CNIO que, desde 2014, tiene como objetivo recaudar fondos para proyectos de investigación en el centro. Más de 800 personas han colaborado desde entonces con la iniciativa, lo que ha permitido la creación de cinco nuevos contratos, entre ellos el de Irene Felipe. «Queremos que Amigos del CNIO nos ayude a traer más talento al centro y a nuestro país para investigar el cáncer», señala María Blasco, directora del CNIO, que desde que asumió el cargo quiso impulsar iniciativas filantrópicas como esta en el centro.
«No se trata de que se convierta en una alternativa a la financiación estatal, que es fundamental que se mantenga y aumente, sino de que se sume a esta para poder seguir creciendo en ciencia», señala Blasco, que lamenta que en los últimos años el dinero público destinado a ciencia «no sólo no ha crecido, sino que ha decrecido».