NOTA: Este texto se transcribe tal y como fue publicado en la página web de Redacción Médica el viernes 18 de octubre de 2019. Accede al artículo original aquí.
Un paciente acude a la enfermera con una úlcera, necesita curas y un parche específico. La enfermera realiza la valoración y escribe: «Pedir al médico este apósito de hidrogel«. Da cita al paciente con su médico de cabecera y se despide hasta la siguiente cura.
“Ese es el día a día de una enfermera que no puede prescribir. Nos pasamos las consultas mandando al médico qué indicar cuando nosotras mismas podríamos hacerlo. Lo bueno es tener un médico con el que trabajes muy bien, como la mía que me da su talonario. Desde ahí haces y deshaces a tu antojo pero, claro, eso es ilegal”.
Lo cuenta una profesional de una zona rural de Castilla-La Mancha (prefiere no desvelar su nombre) pero podría hacerlo cualquier que ejerza en las otras comunidades autónomas en la que las enfermeras no pueden indicar medicamentos. “Tardamos más, colapsamos más el sistema aumentando las consultas a los médicos y la herramienta ya la tenemos. Han aprobado el Real Decreto”.
El sentimiento, asegura, se generaliza por toda la planta y se atreve a ir más allá “en toda España”. Miran a Despeñaperros como el ‘máxime’ ejercicio de su profesión. Ellas ya prescriben y lo confirman: “Las heridas son cosa nuestra, un médico está para otras cosas y no para recetar pañales”, confirma Toñi Becerra, una enfermera que lleva 17 años en un centro de salud andaluz. Desde Atención Primaria, Becerra confirma que prescribe productos sanitarios “diariamente” aunque poco medicamento. “A alguna madre ibuprofeno de 400g o Apiretal pero en contadas ocasiones. Normalmente es el médico el que lo prescribe para un año”, explica la profesional que asegura que centra su trabajo en prescribir “material de cura y pañales”.
“Ahora a mí me viene un paciente, le valoro la úlcera, y al tener una plataforma de parches decido cual le va mejor y le funciona mejor y se lo indico”, remarca esta profesional que avala esta agilidad en los trámites frente al proceso pre-prescripción. Cuenta que, de no estar acreditada como prescriptora, tendría que valorar al paciente, pedir cita con el médico, indicar lo que necesita y que sea él quien se lo recete. “Al final –afirma-, son especificidades que valora la enfermera por lo que tener el ‘talonario’ agiliza los trámites”.
Pero cuando Becerra habla de talonario lo hace en sentido metafórico, como harán las enfermeras catalanas cuando puedan comenzar a prescribir, en Andalucía las profesionales tienen acceso directo al sistema de receta electrónico.
Lo que esta enfermera narra con tanta naturalidad a Redacción Médica y parece un mundo fuera de sus fronteras autonómicas es, por lo menos a su parecer, una relación de confianza y un ejemplo «más» de cómo la enfermera y el médico trabajan conjuntamente y con confianza: “Yo curo las heridas y yo receto con qué. Somos un equipo con un objetivo común que es el bien del paciente y el médico no está para estas cosas”.